El abusón está acojonado!

Ayer a la noche di una clase particular, empezamos saltando y bailando con músicas animadas, de vez en cuando metía algún ejercicio de fitnes y sudábamos la gota gorda.

También hice lo de que todo el corro está en el perro bocabajo y uno va pasando a rastras por debajo dando toda la vuelta, fue muy divertido y seguimos sudando y fregando el suelo.

Después creo que hicimos unos cuantos saludos al sol y algún asana, tratando de no perder el calor porque mi intención era tirarnos por el puente al acabar la clase.

Y, en uno de los ejercicios dinámicos de mano-mano codo-codo, se me ocurrió meterle contenido.

Y planteé, que pensáramos en ese personaje que nos bloquea, que no nos deja comunicarnos con él, que nos hace pequeños…y reflexioné acerca de si el tendría que cambiar, probablemente sí, pero seguro que no lo hace al ritmo que nos gustara a nosotros,

o si tendríamos que ser nosotros quienes tendríamos que dar un giro de nuestra actitud ante esa persona que por alguna extraña razón impide que le digamos lo que le tenemos que decir o que nos empequeñece según nos acercamos a ella.

Estuvimos de acuerdo en que sí.

Teníamos que encontrar la manera de relacionarnos con esa figura de autoridad de otra manera.

Como con cualquier otra persona.

Teníamos que liberar nuestro miedo a esa referencia de autoridad que nos achica y encontrar la forma de hacerle llegar nuestro mensaje de una manera que lo entienda.

Entonces empezamos el ejercicio mano-mano codo-codo diciendo a gripo pelaú, de uno en uno:

YO Soy Txus y estoy hasta las narices, déjame vivir…

y así sucesivamente hasta que todas las personas se expresaban y hacían el ejercicio acompañadas del resto del grupo.

Al rato, cuando íbamos a abordar otro ejercicio con las manos en el suelo y un movimiento rítmico de piernas en ocho tiempos,

se me ocurrió darle contenido en la misma línea y acompañábamos el movimiento pensando en esa persona que nos impone y diciendo en voz alta:

aquí he venido y tengo derecho a estar contigo!

Lo hicimos unas cuantas veces hasta que nos saltaba la risa y nos obligaba a parar.

Entonces, sin aviso previo, me vino una reflexión a bocajarro, y según lo decía me daba cuenta de que eso era nuevo, de que no lo había dicho nunca.

Me estaba dando cuenta de que se estaba “descargando” un mensaje importante, que, como vi después, tuvo repercusiones en la gente que estaba en clase:

Empecé a decir que el que se presenta ante nosotros de un modo autoritario, de alguna manera violento, que no nos deja hablar.

Que tenemos que decirle algo y nos volvemos a casa con el disgusto de no haber sido capaces;

Que al día siguiente tenemos un discurso preparado para decírselo y conforme nos acercamos

al sitio donde está esa persona

nos vamos empequeñeciendo

y apenas acertamos a balbucear cuatro palabras inconexas que no transmiten todo aquello que habíamos definido en casa…

y nos retiramos de nuevo frustrados y con rabia de no haber sido capaces de sortear la barrera que esa persona construye ante nosotros.

Y entonces me di cuenta de que esa persona, aparentemente grande, poderosa, autoritaria,

está acojonada también.

Que lo que hace es para ocultar su miedo.

Que no nos deja hablar porque nos teme.

Su forma de bloquearse es hacerse grande. Construye un muro de hormigón para que nadie acceda a su interior.

Y, precisamente, una parte clave de su estrategia es no dejarnos expresar.

Porque teme que tengamos razón.

Porque teme que hablemos mejor.

Porque teme que nos demos cuenta de que está vacío.

Sin ideas, sin criterio propio.

Obcecado en sus cuatro ideas, teme que le quitemos el puesto que con tanto esfuerzo a construido.

El abusón. El aparentemente fuerte, está acojonado.

Por eso no te deja hablar.

Por eso te fastidia, para disfrutar de la ilusión de que puede contigo. Pero tiene tanto miedo como tú, o más.

A fin de cuentas, tu vuelves con los tuyos y tienes una relación normal, saludable. Pero él se queda defendiendo su fuerte y analizando posibles amenazas que puedan hacerlo vulnerable.

A él le da pánico la vulnerabilidad.

A ti no.

Tu solo quieres expresarte. Dialogar. Llegar a acuerdos razonables donde todas las partes queden satisfechas.

Porque si sientes que el otro no está bien, tú tampoco estas a gusto. Sólo quieres alcanzar consensos. Y el miedo al otro lo bloquea. Y tu miedo a su miedo, te bloque a ti también.

Sólo darnos cuenta de esto fue muy liberador.

Esta comprensión, de repente, nos relajó.

No sé si seremos capaces de decir una frase completa cuando nos encontremos con él o con ella. Pero, seguro, que lo veremos de otra manera.

A lo mejor nos impone menos, y en vez de chocar contra su muro infranqueable, entraremos por una ventana y le colocaremos nuestro mensaje,

para que lo entienda.

Y si quiere, que pueda abrir la puerta y relacionarse con normalidad.

Respiramos un rato, cantamos un mantra con más entusiasmo que nunca y, a la salida,

nos tiramos por el puente de Irotz a la poza que hay debajo.

Y nos sentimos libres. Y nos sentimos bien. Y estábamos felices sin la fea carga del miedo.

Éramos personas que respetan y que les gusta ser respetadas, sin más. ¿tanto cuesta comprenderlo?

Omkar Carabia Nuin 3 de junio de 2022

Comparte este blog :

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Omkar Carabia

Omkar Carabia

Director de Amari Yoga

Últimos Blogs

Categorías

Reto de 3 días gratuito

Aprende 3 poderosas técnicas yóguicas para transformarte.