De todas las soledades, la peor, es la que se sufre en compañía

Vagar de bar en bar, calles repletas, buscando encontrarte con alguien.

Apuntarte a un curso de bailes de salón y no tener pareja.

Ir el primer día a la universidad y resultar invisible entre decenas de alumnos que aparentan conocerse de toda la vida.

Hacer el camino de Santiago para conocer gente, y cenar cada noche acurrucado en tus pensamientos mientras, al lado, mesas repletas charlan animadamente en varios idiomas.

El solitario se hace invisible a fuerza de no ser visto.

Si, sorpresivamente, alguien le habla, balbucea algo incomprensible con su lengua desentrenada.

El solitario observa mucho. Se fija en los detalles.

Desde su perfecto camuflaje, capa de invisibilidad incluida, observa a los que le rodean y no le perciben. Puede estar en una reunión de trabajo tomando notas sin que nadie se percate de su presencia.

Pero ojo, el solitario, cuando se cansa de su situación, es capaz de reunir multitudes en torno a él.

Descubre cierto placer oculto en reunir gente y ser el centro de atención.

Grandes solitarios han montado partidos políticos y han organizado grandes eventos para leer el discurso y recibir atronadores aplausos.

Grandes solitarios han llenado estadios para ofrecer conciertos y ver su cara en carteles y discos.

Grandes solitarios han organizado comunas donde están rodeados de gente que les reconoce como líder.

El solitario, cuando se aburre de serlo, concita protagonismo allá donde va. Se le ve, se le oye, se le admira.

Porque en el fondo, sabe todo de los demás. Años de observación silenciosa y dolorosa hacen que vea más que el resto.

Ve hasta lo que la gente trata de ocultar.

El ser humano es transparente para un solitario profesional. No hay secretos que ocultar.

Cada gesto delata la verdad. Cuando una persona solitaria deja de serlo, corre el riesgo de dejar de ver con la misma claridad. Puede colocarse una venda de vanidad que no le deje percibir al que ahora ocupa su lugar.

O, puede que no.

Puede que vea a todos los solitarios allá por donde va. Y puede que los reúna a todos y aproveche su capacidad de observación. Su paciencia, su aguante infinito a dolores profundos.

Y ahí se desarrollan convenciones de ciencia. O se llenan orquestas filarmónicas. O cursos de meditación donde estar a solas en grupo.

Solitarios del mundo, uníos….!

Omkar Carabia 1 de febrero de 2024

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Omkar Carabia

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Director de Amari Yoga

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