Los abrazos

Los abrazos

Según Virginia Satir, psicoterapeuta familiar, el ser humano necesita de  cuatro abrazos al día para sobrevivir, ocho como mantenimiento y doce  para su crecimiento personal.

Sabemos mucho del poder de los abrazos y es que cuando abrazamos movilizamos todo un entramado cerebral que nos conecta neurológicamente y de manera casi mágica, gracias a la hormona del “ apego”( oxitocina), con aquello que sentimos en el vínculo materno durante nuestras  primeras interacciones en el mundo con un “otro”.  Este vínculo  nos ha de proporcionar seguridad, consuelo y sensación de protección.

Y el abrazo viene a recordarnos a nivel neurológico esta sensación de seguridad que nos ayuda a calmarnos, a liberar estrés, a  regular la presión arterial. Hasta hay demostraciones de su efecto analgesico al dolor, y su trabajo en nuestra memoria. Un gesto que muchos cuidan, otros olvidan y varios vuelven a aprender.

La pareja es una relación que en la vida adulta nos ha de generar sensaciones de seguridad y es este gesto uno de los más importantes para experimentarla.

 La sexualidad es uno de los ámbitos más íntimos  donde la pareja  se encuentra. Cara a cara, desnudos, proporcionando caricias, aumentando sus respiraciones, conectando sus fantasías, movilizando sus cuerpos en la danza del placer erótico.

En ocasiones me encuentro con parejas que me cuentan que han descartado el abrazo antes o durante sus encuentros sexuales y no pocas lo han hecho por considerar este gesto desligado de erotismo, habiéndolo utilizado solo como recurso compañero del cigarrillo posterior al orgasmo. Y me pregunto cuántas veces un buen abrazo puede ser el primer punto que nos conecta a la piel del otro, a los olores, a la sensación de sentirnos tranquilos y confiados. ¿Podría este ser una garantía para abandonarnos a las sensaciones de placer en el encuentro?

Para muchas parejas este primer contacto puede vivirse de manera amenazante si la pareja ha perdido el contacto físico y también los abrazos fuera del ámbito sexual. “ Le retiro el abrazo porque cada vez que lo hago vamos a acabar en la cama” ;y la otra parte comenta “no le abrazo porque cada vez que lo hago se retira”. Perpetuar  estos círculos  de desencuentro físico nos genera distancia y soledad de la misma manera que dejar de buscar todos los tipos de encuentro durante las relaciones sexuales por deslegitimarlos de su poder erótico.

¿La receta? La búsqueda de la comunicación sobre los significados de los gestos puede ser un primer paso y es que en ocasiones el silencio puede ser la brisa que  atiza   a los grandes malentendidos y el abrazo la cuna que permite la voz de nuestros deseos.

Laura Cuadrado

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