EL AMOR DE LAS CARACOLAS

EL AMOR DE LAS CARACOLAS

Cuentan que bajo las estrellas junto a  la isla de arena blanca se puede apreciar todas las noches a Lían  una criatura con forma de babosa que se desliza y que el jugo que desprende es capaz de devolver  la sonrisa a los habitantes de la isla.

 

Nadie salvo Darío se atrevió a cruzar los pantanos y ciénagas para poder verla de cerca, era tanto su miedo a que su viejo padre pudiera dejar de sonreír que decidió ir en su búsqueda.

 

Lian y Darío se miraron y emprendieron el camino de vuelta a la isla no sin que esta antes le hiciera prometer a Darío que si devolvía esta sonrisa a su querido padre él se quedaría junto a ella.

 

Y despues de dias caminando de vuelta donde Darío trató de ayudar a Lian a caminar guardandola en su puño izquierdo  llegaron al centro de la isla y después a la calle Mundra y después a la caseta  aguamarga donde el padre de Darío miraba al horizonte ya con media sonrisa escondida.

 

Dario colocó a Lian bajo la comisura de los labios  del anciano y toda aquel jugo de su  apestosa baba comenzó a suavizar los músculos que rodeaban la boca , primero su labio superior, después sus mejillas y más tarde el jugo deslizante se introdujo en los ojos del padre del pequeño Darío devolviendoles  el brillo guardado tras aquel  letargo oscuro.

 

Las voces de los pescadores, de los taberneros, de los niños de la isla y de la propia familia de Darío hicieron temblar  las luces de la isla cuando  el faro comenzó a girar y a girar sus luces anunciando que aquella babosa maldita por muchos capaz de provocar  hechizos había regresado a la isla y que se escondía en Aguamarga.

Dario habia hecho una promesa y cuando regresó a la playa junto a nuestra pequeña Lia encontró a una niña que le miro y Darío la miro y los dos dejaron que las caracolas rugieran jjjjjj.

 – ¿Quién eres? preguntó Darío.

 – “ Lian”.  respondió la niña.

 – “Lian es una babosa”. Dijo Dario.

Lian le replicó: “Puedo ser ambas cosas.  ¿Qué quieres que sea Dario? Solo tu que me dijiste que te quedarías a mi lado podrías tener semejante poder”.

Dario volteo su cabeza y miró a su pueblo,  a su familia y regresando a los ojos de aquella niña que le hacía crujir su corazón de caracola le contestó:

Se tu quien decida”.

 

Y así fue como nuestra babosa  se transformó en una niña

Cuentan que desde entonces, cada vez que nos encontramos con alguien que, con el corazón caracola entre las manos, nos autoriza a ser quienes somos, invariablemente nos transformamos.

 

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