Carles Castillejo protagonizó una de las imágenes atléticas del maratón español durante el 2013. Solo, muy solo, se retiró en el kilómetro 17 del Maratón de Valencia, en el pasado mes de noviembre. Una semana más tarde ganaría el Maratón de Donostia y se proclamaría, por segunda vez en su carrera, Campeón de España de la especialidad. Pero, en este caso, la historia que nos importa es la del fracaso. Y no sólo porque del fracaso se aprende a valorar los triunfos, sino porque, el suyo, fue un fallo de la organización y no del propio corredor.
Los organizadores valencianos habían prometido a Castillejo la presencia de liebres desde el primer momento. Éstas le debían llevar en volandas a un tiempo estratosférico. Castillejo perseguía correr la cita valenciana en menos de 2:10, un crono que nunca ha conseguido ningún atleta español en territorio nacional. Pero la organización no cumplió y corrió solo desde el principio. Ante esto, optó por abandonar cuando aún no había llegado al medio maratón (era el primer abandono de su carrera sin que hubiera terciado ninguna lesión de por medio). Su objetivo, al garete… por falta de liebres. Pero, ¿qué importancia tienen realmente los atletas que ejercen este papel de marcadores de ritmo?
El mismo Carles Castillejo lo defendía desde su blog. “Para poder conseguir una marca de tal exigencia, se necesita a alguien que te marque el ritmo, que te ayude en esos primeros kilómetros, que te tape algo de aire, que no tengas que ir estresado pendiente del crono. Todos los récords del mundo, todas las maratones comerciales están conseguidas con esas liebres. No se trata de que yo las necesite o no”. Más claro, el agua. Un atleta corriendo 42,195 metros contra el viento, llevando únicamente, él solo, el peso de la carrera, sería casi imposible que completara la distancia en 2:03:23, como hizo el keniata Wilson Kipsang en el pasado Maratón de Berlín, estableciendo un nuevo tope mundial.
La mayoría de las liebres sólo llegan hasta el km.30 y después ya es el propio atleta quien se encarga de darlo todo en los 12 kilómetros restantes. Su importancia la podríamos asemejar a la de los gregarios en el mundo del ciclismo. Hacen el trabajo sucio. Se comen todo el aire para proteger al líder y llevarlo en volandas hasta los últimos kilómetros, donde, ahí sí, él deberá demostrar por qué atesora este rol. Eso, básicamente, en el caso de los atletas de élite. Pero en el mundo del running popular, las liebres, o los pacers como se les conoce por influencia del inglés, juegan un cometido más amplio. Hemos hablado con dos corredores acostumbrados a llevar el globo colgado en la espalda.
Los “Correcaminos” populares
Robert Mayoral ha ejercido de pacer en infinidad de medias maratones (suele marcar el ritmo a los de 1:30) y en los Maratones de Barcelona (con el globo de 3:15 en la espalda) y de Tarragona (donde lleva el ritmo de los que quieren terminar en 3:30). Su mejor marca en maratón es de 3:05, 1:23:30 en media maratón (en la pasada media de Granollers) y 37:56 en los 10.000 metros. Con la experiencia que atesora en este campo, puede hablar con conocimiento de causa. Para él, hacer de pacer supone dejar de correr para él mismo y correr para los demás, olvidándose de su tiempo. “Se trata de correr a ritmo constante para ayudar a los compañeros que depositan su confianza en ti, y hacerlo de la forma más regular posible”. Además, añade Robert, “tu trabajo no sólo se limita a esto, sino que también procuras dar consejos sobre la carrera, avisar de los puntos críticos o ayudar en los avituallamientos”. Y apostilla: “también ejerces un papel motivador, animándolos cuando pasan por momentos difíciles durante la prueba. Parece fácil, pero no lo es”.
En esta misma línea se manifiesta Joan Piqué, el otro Correcaminos con el que hemos podido hablar. Joan también enfatiza que “lo esencial es marcar el ritmo que te han encargado, pero esto tiene muchos matices”. Lo más complicado, para él, “es marcar una cadencia constante, sin acelerones ni frenazos, y adaptarla al perfil de la carrera”. Y pone un ejemplo concreto: “si tienes que ir a un ritmo de 4’15 min/km, en un circuito muy rompe-piernas, tienes que aflojar un poco en las subidas y apretar un poco después en las bajadas para que la media cuadre”. Pero, como Robert, alega que no sólo se debe regular el compás. “Hay que dar ánimos, consejos e incluso pedir al público que anime todo lo que pueda. Esto me gusta mucho, y es realmente significativo para los corredores”.
Piqué está acostumbrado a correr rápido, muy rápido. De hecho, atesora unas marcas que tienen poco de “populares”: 2:35:34 en maratón (2012), 1:13:21 en media maratón (2012) y 33:22 como mejor crono en un 10.000 (2011). Su experiencia como pacer es más reducida que la de Robert, aunque a unos niveles muy exigentes. Por ejemplo, liebre a ritmos por debajo de 4 min/km en varias carreras de 10.000, sub1:20 en la media maratón de Gavá y a ritmo de 3:55 min/km en los 30 kilómetros de la Maratest de Badalona. Esto, a nivel oficial, porque Joan admite que “muchas veces he hecho de liebre para amigos o grupos de compañeros que perseguían una marca concreta”.
Atletas exigentes
Hacer de liebre es más complejo de lo que parece. Y no estás exento de críticas. “Siempre es difícil contentar a todo el mundo y, en ocasiones, hay algún comentario de algún corredor que se queja de que un kilómetro ha salido demasiado rápido o demasiado lento. Hay algunos participantes que son muy exigentes, pero ya es bueno que sea así”, reconoce sinceramente Piqué. Y agrega, en este mismo sentido: “es duro cuando llevas un grupito a tu lado y ves que alguno de los corredores se descuelga. Tienes ganas de frenar para esperarlo y animarlo a seguir, pero, lógicamente, como liebre oficial que eres no puedes hacerlo”.
Tanto Joan como Robert defienden un papel integrador de la liebre popular. “Muchas veces –comenta Robert- tienes que poner el freno y regular el ritmo, para que también lo hagan los que te acompañan”. Y complementa Joan: “la liebre va a un ritmo cómodo, pero si va más rápido de la cuenta, aunque sólo sean 2 o 3 segundos, esto puede conllevar que los corredores que le van a la zaga vayan al límite”. De hecho, como arguye Joan, “pasa demasiadas veces que las liebres corren demasiado y esto puede echar por tierra meses de preparación para ese atleta que persigue un tiempo determinado. Hay que tener muy en cuenta que los corredores se olvidan de su crono y confían ciegamente en ti”.
Eso sí, ambos se quedan con la recompensa final. La que obtienen cuando los corredores han podido cumplir con el objetivo marcado. “Estoy encantado si acabo la carrera y veo que el ritmo marcado ha sido el correcto y que hemos conseguido el tiempo deseado. Además, cuando alguien te lo agradece, eso es la bomba. Son momentos que no tienen precio”, reconoce con franqueza Mayoral.
La importancia de marcar el ritmo necesario
En sus experiencias como pacers, tanto Robert Mayoral como Joan Piqué han vivido momentos que les han marcado. “Recuerdo el Maratón de Barcelona de 2011 –explica Robert-, mis compañeros de globo incrementaron el ritmo a partir del medio maratón y me quedé yo solo. Continué hasta el final con un ritmo constante y fue curioso como todos los corredores que me rodeaban me preguntaban si íbamos al ritmo adecuado, ya que los otros se habían ido”. Pero la historia no acaba aquí. “A partir del quilómetro 30 –sigue contando Mayoral- empecé a pasar a todos los que habían tirado para adelante, incluso a los otros pacers, que iban cayendo y reconociendo que la habían pifiado. Fueron momentos duros, pero muy gratificantes para todos aquellos que siguieron mi estela, ya que llevábamos la cadencia adecuada”.
Joan, con una sonrisa, recuerda una carrera de 10 quilómetros donde ejercía de liebre sub40. “En el kilómetro 9, por un error en la señalización, cogimos una calle errónea y recortamos, inconscientemente, unos 300 metros. Llegué a la recta final y me encontré que estaba por debajo de los 39 minutos. Finalmente, troté muy lento hasta el punto de meta. Y, aún así, bajamos demasiado sobrados de los 40 minutos, ya que el recorrido era corto”.
“Sin liebres no habría récords del mundo”
En su reflexión, Joan también se acuerda de las liebres profesionales con una crítica velada: “son atletas con un nivel extraordinario, ya que para hacer récords del mundo se les piden unos tiempos de paso estratosféricos. Hacen un trabajo esencial para el éxito final del atleta que consigue el récord. Pero, muchas veces, nadie se acuerda de ellos. Podrían estar mejor valorados”. En este sentido, ambos coinciden en su visión pesimista de los récords del mundo sin atletas que marcaran el ritmo. “Sinceramente, dudo de que hubiera récords mundiales sin liebres. Como mínimo, sería mucho más complicado. Tener a un atleta al lado que te marca es indudable que ayuda muchísimo, mejora claramente el rendimiento”, aboga Robert. Y Joan es aún más tajante: “rotundamente no”, y pone como ejemplo el caso de Carles Castillejo en el Maratón de Valencia.
Tanto Joan como Robert compartirán tarea en el próximo Maratón de Barcelona. Robert repetirá por cuarta vez con el globo de las 3:15 en la espalda. Joan se estrenará en esta cita con el ansiado sub3h. Piqué admite que le hace “mucha ilusión”. “Seremos un grupo numeroso, porque hay mucha gente que quiere bajar de la barrera de las 3 horas”. Y es consciente de la gran responsabilidad que tiene: “supongo que estaré un poco nervioso, pero, al mismo tiempo, con ganas y confianza. Recuerdo perfectamente la primera vez que bajé de las 3 horas y es un momento muy especial”. A su manera, cada uno de ellos –junto con otros pacers-, rememorará los dibujos animados del Correcaminos y el coyote, que siempre le sigue a la zaga. Eso sí, esperamos que en este caso el coyote –o, mejor dicho, el grupo de coyotes populares- consiga atrapar al ave veloz y crucen juntos la línea de meta sita en la Avinguda María Cristina de la capital catalana.
Marc Cornet
 Periodista, escritor y maratoniano
@Marc_Cornet
imagen portada www.realclubmediterraneo.com
								
        








