De la manos de nuestro enviado Roger Bosch, compartimos la crónica del Half Ametlla de Mar desde donde nos gusta, con el dorsal a cuesta y sufriendo y disfrutando la prueba con vosotros.

Con la temporada de triatlones recién iniciada, muchos nos estrenábamos este domingo en el 100×100 Half de l’Ametlla. ¡Y vaya TRIATLÓN para empezar la temporada!. Un triatlón duro, rompe-piernas, en el que el perfil no permite ningún descanso y en el que el viento es un adversario más de la prueba. Si te gusta la épica, ¡esta es tu prueba!

Por segundo año consecutivo disputaba este duro pero a la vez bonito triatlón. El sábado por la tarde recogíamos el dorsal en uno de los puntos con más historia de l’Ametllla de Mar, un pueblo con una larga tradición pesquera: la antigua cofradía de pescadores. Las cuatro horas disponibles para recoger el dorsal y las dos horas para dejar la bicicleta en boxes fueron más que suficientes para evitar cualquier tipo de cola y aglomeración, así que, con las tareas realizadas, los triatletas nos dedicamos a hacer un poco de tertulia.

Entre amigos y conocidos, dos eran los temas de conversación estrella: La dureza de la prueba y el estado de forma en el que llegaba cada uno. Los “veteranos” de esta prueba nos apresuramos a meter miedo en el cuerpo de los “rivales”, explicando lo mucho que sopló el viento en la pasada edición, con la intención que aquellos más fuertes que nosotros salieran half ametlla 1un poco más tranquilos y no nos metieran una buena minutada de inicio. En cuanto al estado de forma, la frase más repetida entre los presentes era: “La pretemporada ha sido corta y he tenido algunas lesiones que no me han permitido entrenar con regularidad; llego justo de preparación a la prueba”, lo cual desataba las carcajadas de los demás triatletas al recordarle al compañero que le habían sobrado días para batir todos los records existentes en el Strava.

Si el sábado fue un día distendido, el domingo por la mañana fue todo lo contrario. Nervios entre los triatletas al hacer los últimos preparativos en los boxes, y muchas dudas al pensar si llegábamos con los deberes hechos. Por suerte, el día no pudo amanecer mejor, buena temperatura, mar perfecto y ni rastro del temido viento.

La salida fue tranquila, con pocos golpes y con un primer giro en apenas 150 metros de natación que daba lugar a una larga recta de 1 km, la cual permitió que cada uno cogiera su ritmo y su trayectoria nada más iniciada la carrera, evitando el “estrés” inicial típico de este sector.

Una natación tranquila que daba paso a una larga transición en la que más de uno hubiera agradecido un poco de alfombra. Algunos “veteranos”, al loro de la situación, dejamos unos zapatos antiguos en la playa para realizar el tramo de conexión a boxes.

Si la natación había sido tranquila y había animado a más de uno a forzar un poco más de lo programado, seis quilómetros de falso llano del tramo ciclista bastaron para poner a cada uno en su sitio y advertir que lo duro aún estaba por llegar.

Un circuito rompepiernas de constante subidas y bajadas, dónde los tramos llanos brillaban por su ausencia, las subidas eran cortas pero de fuerte pendiente y las bajadas no permitían recuperar. A todo esto, añadirle que el viento hizo acto de presencia y complicó las cosas aún más. Por suerte, esta vez sopló considerablemente menos que el año pasado, aunque lo suficiente para obligarnos a sacar ese plus que luego acabaría pasándonos factura. Como aspecto positivo entre tanto esfuerzo, destacar la belleza de un circuito ciclista de 4 vueltas que discurría entre olivos y pinos típicos de la zona.

Finalmente, subrayar que por segundo año consecutivo no hubo ni rastro del famoso y odioso DRAFTING.

Finalizado el tramo Bike, nos esperaba nada más y nada menos que media maratón. Lo que parecía que sería tarea fácil después de un sector ciclista duro, resultó ser aún más exigente en otro circuito rompepiernas que terminó de poner a cada uno en su lugar. Tres vueltas a un circuito que unía el puerto natural de l’Estany Gras con el puerto de l’Ametlla de Mar, punto donde, a más de uno, le apetecía más pararse a tomar unos mejillones y una cervecita fría en los restaurantes del paseo marítimo que seguir corriendo.

Acabada la prueba, no faltó nada para facilitar una buena recuperación: pasta, fruta, bebidas isotónicas, masaje y unas cuantas cervezas para terminar una larga jornada.

Destacar también la gran organización de una prueba que premia el trato cercano al triatleta y la calidad del evento antes que la masificación del mismo.

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