Desde una organización de 11 sobre 10, que se desvive por todos los detalles, haciendo que nosotros, sólo tengamos que preocuparnos de hacer los 106 kilómetros y un montón de imprescindibles voluntarios, 250, que son uno de los grandes activos de la Emmona. Empezamos subiendo el Puig Estela, que nos hace resoplar con sus rampas, una vez arriba bajamos por medio la montana, el terreno es campo a través y con la hierba que patina, acabo en el suelo, más veces de las que quisiera. Bajamos a Pardines y subimos, hacia el Coll de Tres Picos, imágenes de vida, de pura alta montaña en 360 grados.
Seguiré las pautas del médico, medicación, comer bien, hidratarme a conciencia, me doy un poco más de tiempo de la cuenta para reponerme un poco. Iniciamos la marcha, me siento fatal, como si llevara un traje de plomo puesto, hay 13 km por delante hasta el próximo control, decido hacer 3 kilómetros, sino mejoro un poco, giro y para casa, no se trata de terminara cualquier precio, me siento un poco mejor, a partir de este momento, mi objetivo no es hacer la Emmona, se trata de cada punto de control /avituallamiento, decidir si sigo o no. En un control encuentro a Dolores Puig, la alegría de las montañas, que junto con más amigos, nos dan ánimos, haciendo fiesta y nos hacen sentir en una gran fiesta. Llega la noche, al mismo momento que nosotros a Planoles, me han vuelto las ganas de reír, señal inequívoca de que estoy mejor, tomamos la subida sin fin, que nos lleva a La Covil, para ver despertar el día, en Ribes de Freser, sale el sol y atacamos el Taga.
Al poco del inicio de la subida, vuelve la fiebre, con menos intensidad que el día anterior, la subida se me hace eterna, quiero avanzar y casi no puedo, voy lento y torpe, llegamos a Coll de Jou, mucho más antes que el año anterior, pues el recorrido menos técnico de esta edición, permite ir más rápido, toca ir a buscar la chimenea de San Amand, lugar donde pasó la primera Emmona del 2010, es empinada que es mala cosa, el cansancio pasa factura, así que en ocasiones, culo en el suelo e ir haciendo.
Sin ánimo de ser soberbio, ni sin abuela, me siento especialmente orgulloso de mí. Tenía motivos para dejarlo. Pero incluso en momentos en que no acababa de estar del todo, en que no podía dibujar una sonrisa y las ganas de llorar querían aflorar, he sabido encontrar motivos para seguir luchando. Ha salido bien, ha faltado un poco de nada para dejarlo y si después de intentarlo, hubiera abandonado, me sentiría igualmente orgulloso. Han sido 32 horas y 49 minutos andando, compartidas con el amigo Luis Tuneu y con el apoyo incondicional de la Matilde, Carmen y Luis. Muchas gracias a todos con los que he compartido este pequeño sueño, en forma de reto.
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