Aunque estas modificaciones que comentamos dependen también de factores genéticos individuales, de género e incluso raza, por lo general se producen a partir de un mínimo de 6-8h de actividad física/semanal, suelen permanecer mientras dura la práctica habitual y desaparecer al cesar o disminuirla.
Estas modificaciones se traducen en una serie de características clínicas, electrocardiográficas, ecocardiográficas y fisiológicas de gran trascendencia, convirtiendo su abordaje diagnóstico en un reto para el médico deportivo.
Sobre todo en deportes de resistencia, el corazón, por la sobrecarga de volumen, aumenta el tamaño de sus cavidades y de sus paredes, resultando en un crecimiento excéntrico como adaptación fisiológica al estímulo recibido. Este crecimiento hay que diferenciarlo del que se produce en enfermedades propias del corazón (Miocardiopatía Hipertrófica o Miocardiopatía Dilatada entre otras), en algunos casos relacionadas éstas últimas con la muerte súbita del deportista de origen cardíaco.
Características clínicas de un corazón de atleta:
Estamos ante un corazón adaptado a la actividad física, más capaz, más eficaz, y como veremos en siguientes artículos, teniendo alguna de estas adaptaciones incluso un alto potencial predictivo para el rendimiento en un Ironman.
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