Hoy os traemos el relato de Rocío Espada en primera persona, para que podáis conocer de cerca su historia: “Desde bien pequeña he sido catalogada como una niña friolera y ahí quedaba la cosa. Ya cuando empecé a practicar gimnasia rítmica (casi descalza) notaba cómo en invierno los pies y las manos se me ponían amarillos, las uñas moradas y la verdad que dolía; pero no había tiempo para quejas y ni si quiera lo comenté en casa.
Cuando me fui a estudiar a la Universidad de Granada para cursar INEF. En el primer cuatrimestre teníamos la asignatura de esquí, donde teníamos que subir a Sierra Nevada y aprender a esquiar en una semana. El primer día lo pasé francamente mal, hubo temporal no se me olvidará nunca, mis compañeros me decían que tenía los labios morados, que si estaba mala, etc. Cuando llegué a la residencia y me quité los guantes (después de más de una hora en el autobús con calefacción) mis manos estaban totalmente amarillas, no sentía absolutamente nada, y mis pies igual, mi sensación era como si la sangre no circulara por mis extremidades y no paraba de tiritar.
Así pasé los siguientes dos días de las prácticas, con tres hipotermias seguidas llevando la misma ropa que mis
He probado algunos tratamientos, pero son vasodilatadores y me perjudican en otros aspectos, así que decido simplemente intentar evitar en la medida de lo posible pasar frío, lo cual es casi imposible hasta en verano.
Durante gran parte del año utilizo parches de calor para los pies en la bici, voy siempre muy abrigada hasta que empiezan las series y a veces tengo hasta fatiga de todo lo que llevo, empiezo a quitarme ropa y cuando acabo las series de nuevo a ponerlas.
En triatlones es dónde peor lo paso por Raynaud, cuando mi cuerpo pasa más de cinco minutos en un medio donde la temperatura suele estar como mínimo 10º por debajo de la corporal (como es un pantano, playa…) los síntomas aparecen rápidamente, el neopreno ayuda claro, pero los pies, manos y cara siguen en contacto directo con el agua y mi rendimiento empieza a decaer por muchos factores, uno de ellos, el gasto calórico tan grande al intentar mi cuerpo mantener la temperatura corporal y no conseguirlo . No recuerdo notar los pies en ningún triatlón, en algunos pongo parches de calor por fuera de los zapatos de la bici, pero apenas noto calor.
En la bici de montaña llevo mandos de cambios giratorios, no pulsadores, porque los dedos tampoco los siento y me costaba mucho cambiar los piñones… mi casco es con cierre magnético, casi me tengo que retirar de un triatlón por no sentir los dedos y no poder abrocharme el caso, tardé más de tres minutos en esa transición, los geles me cuesta mucho tomarlos porque no noto la boca y me cuesta abrirlos… Un sin fin de aspectos negativos, los cuales ni puedo entrenar, ni puedo hacer nada, simplemente tener buena actitud y afrontarlos de la mejor manera posible.
Así que totalmente recomendable si algunos (aunque es más frecuente en chicas) tenéis este problema y practicáis triatlón.”
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