Triunfo trabajado y menos plácido de lo que aparenta tras una carrera marcada por el infortunio de sus rivales en una jornada que lleva a Canadá al doblete
Si tiene que ser el final, que sea uno festivo. Eso debieron pensar en Ironman 70.3. St. George donde pusieron el último clavo en su propio ataúd antes de bajar el telón del triatlón mundial bajo una especie de “Jazz Funerals” más propio de la cultura afroamericana de New Orleans (Luisiana) que de Utah donde la élite femenina lloró de alegría con actuaciones inesperadas y plañó con un DNF con el mismo sello que privó de parte de la emoción en el tramo decisivo y al mismo tiempo abrió una puerta nueva a la misma.
LOPES NO LANZA FAROLES EN EL AGUA
Escuchó música y si alguien lleva el ritmo acuático en las venas era la carioca Vittoria Lopes quien sin miedo a pesar de su poca experiencia en MD no quiso desaprovechar su arma más fuerte y se puso y puso a ‘bailar’ a todas sus rivales hasta deshacerse de todas ellas excepto de la neerlandesa Lotte Wilms quien consiguió marcarle de cerca (+22”).
Estrechamente se contorneaban conjuntamente la favorita y la opositora en mayúsculas, unas Paula Findlay y Chelsea Sodaron que salieron a algo más de un minuto de la líder (+1’22”), mientras que Jackie Hering orbitaba a algo más de cuarenta segundos de este dúo (+2’08”). En cambio, Danielle Lewis o Kaidi Kivioja enfrentaban más de cuatro minutos de pérdida antes de subirse a la bicicleta.
LA CONTRARRELOJ FUE UN DUELO AL SOL
La bravura de Lopes no se detuvo sobre las dos ruedas y con el descaro del no tener nada que perder en una competición llamada a ser de otras, la adrenalina de verse en primera posición dejando cada vez más atrás a sus rivales y la rebeldía del ¿por qué no? se lanzó a por un sueño que bajo la supervisión de Findlay parecía inalcanzable, especialmente después de que esta última siempre la mantuviese en su radar antes de decirse a superarla incluso antes de asomarse al ecuador del sector.
Sin embargo, en lo que parecía iba a ser un desfile militar para la contrarrelojista canadiense, más desde que al inicio del segmento ciclista se conocieran los problemas estomacales de una Sodaro que no pudo acabar. No lo fue porque imperó la indomabilidad de Lopes sobre el respeto al arraigo con la prueba de Findlay. La brasileña se vio relegada, pero no vencida y lo demostró primero aferrándose a las ruedas de Paula como una lapa a esas rocas que les rodeaban y después haciendo buena su habilidad olímpica en las transiciones para ponerse a su altura dispuesta a protagonizar un mano a mano hasta que el físico de una de ellas dijera basta. Detrás, Jocelyn McCauley les perseguía a +2’04” en un abanico al pódium al que postulaban hasta la sexta posición que entonces ocupaba Hering (+6’40”).
UNA LESIÓN DECIDE LA VICTORIA
Un crack que llegó para Vittoria Lopes tan temprano como un pésame en la puerta de un tanatorio cuando una antigua lesión reapareció en el momento más inoportuno para cercenar el fantástico viaje al que la brasileña había inducido a la carrera femenina en St. George, el de lo inesperado. Con el horizonte despejado, Paula Findlay (4:11:06) ‘solo’ tuvo que regular su rendimiento hasta llegar a meta. La canadiense repetía el triunfo de 2018 y 2024 para cerrar con tres victorias su capítulo individual con esta ciudad igual que minutos antes había hecho Lionel Sanders (4) y ambos canadienses firman el doblete Oceanside – St. George en 2025. Además, para el recuerdo quedará que ella fue la última persona en festejar un triunfo aquí.
En cambio, atrás se desataba una guerra por heredar la segunda posición de Lopes y escalar al tercer lugar que siempre había estado abierto. McCauley y Lisa Becharas se despedían de inmediato de esos lugares y Danielle Lewis (4:14:12) ascendía a un segundo puesto que ya no abandonó dejando a Wilms, Simone Mitchell y Hering la tostada final en un medio maratón donde el poderoso paso de Jackie Hering (4:17:06) invirtió la clasificación hasta llevarla al último cajón del pódium.
ADIÓS, ST. GEORGE, ADIÓS
No será hoy, quizá mañana cuando el triatlón llore la pérdida de St. George en el calendario, un lugar mítico que desconoce si su travesía en el desierto despojados de la élite se aproximara a los 40 años de los israelitas o a los 40 días de Jesucristo, pero esperemos que, por una vez, a quien corresponda caiga en la tentación y se atreva a traer de vuelta la competición a territorio utahño.