José y Marc Marín son un padre y un hijo con algo muy especial en común: ambos se han clasificado para competir en el Campeonato del Mundo de Ironman, en Kona. Hoy te contamos su historia.

El Ironman de Kona no es únicamente especial por acoger el Campeonato del Mundo de la franquícia. Allí, donde se reúnen los mejores y más famosos triatletas del planeta, también se viven historias anónimas realmente increíbles. Como la de José Marín, de 68 años, y Marc Marín, de 42.  Padre e hijo con el triatlón como afición común y que, juntos, han logrado clasificarse para el próximo Mundial en Hawaii.

Probablemente esta historia comience muchos años atrás, cuando nadie hablaba de triatlón, allá por la década de los 80′. José Marín era un marchador internacional de prestigio, con un palmarés difícil de igualar: campeonatos de Europa, récords del mundo y participaciones en Juegos Olímpicos. Un atleta perfeccionista del que su hijo, Marc, heredó los valores del sacrificio y la pasión por el deporte. Precisamente el hijo fue quién, mucho después, en 2011, debutó en un triatlón olímpico por probar la experiencia. Allí nació un hobbie que, cuando las cosas se torcieron y su madre perdió la vida a causa de un cáncer, sirvió para devolverle la ilusión a su padre, que pasaba por un mal momento. José necesitaba hacer algo que le motivara. Comenzó a entrenar con Marc, se animó a competir, corrió un Half y quiso más: el Ironman de Frankfurt de 2016 sería el siguiente objetivo de ambos.

Aquel reto supuso el descubrimiento de una nueva pasión -la larga distancia- para ambos y el primer billete a Kona para la familia Martín. Marc logró el Slot para el Campeonato del Mundo Ironman de aquella temporada y José, que se quedó a las puertas, tuvo claro cuál sería su próximo objetivo. Ahora, dos años después y tras horas y horas de entrenamiento y con incluso alguna que otra anecdótica y cómica discusión típica entre dos familiares que viven algo con tanta intensidad, lo han conseguido. El 13 de octubre estarán juntos en la salida del Ironman más especial del mundo. Uno en el GGEE 40-44, otro en el de 65-69. El hijo con el objetivo de disfrutar y mejorar el resultado de su primera vez en Kona y el padre dispuesto a pelear lo necesario para luchar por las primeras posiciones en su categoría. Eso sí, ambos con una idea muy clara: como explica Marc, “si mi madre nos viese, alucinaría”.