Gonzalo Fuentes, el artesano donostiarra

Bagera! gu (e)re bai’ es un verso que con total seguridad ha cantado repetidas veces Gonzalo Fuentes en una noche de enero y, no sé si fue al albor del día o allá cuando el silencio se instala, los miedos despiertan y la osadía toma la palabra cuando decidió con 20 años hacer su primer triatlón y repetir ese “yo también”. Poco importa. Lo cierto es que aquel instante capciosamente inocuo convirtió su vida en una marcha que poco o nada tiene que ver con la composición de Sarriegui y mucho con los barrileros de la misma.

Aquella jornada de 2012 cayó flechado pueril y candorosamente como un niño admirado con su primer amor – ese que hoy vive Paul con él – antes de abandonarse definitivamente con una pasión subyugante y obnubiladora a una trampa tan sana como viciosa en 2016. Cuatro años, el tiempo que tardó el aprendiz en forjarse como artesano con título ‘PRO’ (entrecomillado, sí, porque los condicionantes aquí importan) entre talleres recibidos en Añorga o el Club Triatlón Laboratorio SyS entre otros. No hubo vuelta atrás, pues había convertido en hábito su diálogo entre la práctica y el pensamiento y ¿su sino? sellado.

Decía Niebuhr que es propio de la naturaleza humana creer que tenemos el deber de intentar todo aquello que parezca posible y Fuentes pudiera ser fiel practicante de su pensamiento, porque desde entonces el donostiarra, ya sea por su condición de ingeniero o por desmentir esa capacidad intrínseca del artesano de Sennet donde fallar por incapacidad para organizar la obsesión es más sencillo que por falta de habilidad (de la que va sobrado), se empeñó en demostrar que gobernar esa deportiva adicción con familia, trabajo y vida social no solo era posible, sino que el ‘yo controlo’ tan estremecedor en otro contexto era gustosamente positivo en el suyo.

Lo hizo de a poco, como esa creación que toma forma en la cabeza de uno, tentativamente la dibuja y finalmente la ejecuta con extremado compromiso y precisión en una colección y etapas que será él quien tenga que ponerle nombre, pero cuyas obras comenzó a exhibir en casa, prosiguió dándose a conocer en el ámbito español donde el duatlón le dio en Soria el primer reconocimiento con un TOP10 en aquella futura extraña para él distancia sprint; se consolidó en la escena con muestras duatleras por todo ese territorio ibérico en Media y Larga Distancia, despegó con un título español en dicha especialidad (al que le siguieron otras victorias de prestigio como Zuia) y en el continental con un bronce en el Campeonato de Europa de MD ; y se abrió definitivamente al triatlón en ese convulso período post pandémico, como si la privación de libertad que todos sufrimos hubiese despertado un desaforado impulso competitivo. Triunfó primero en la Comunitat Valenciana a lo ICAN y a lo Epic, fantaseó con ser profeta en su tierra y lo consiguió sin necesidad de pisar el podio, hizo de Francia su residencia deportiva veraniega a la que fue adepto antes y después, y posteriormente puso rumbo a su sueño, una ‘Meca’ que vivió en 8:47:12 antes de lanzarse como élite.

Un escenario tiranizado por unas cotas de profesionalismo bien entendido, casi utópico por estos lares y hostil para un simple menestral pluriempleado, el cual personificó ataviado de blanco panadero (hoy cocineros) la versión moderna de un David contra unos Goliat(s) que no vestían uniformes napoleónicos, pero en ocasiones sí tenían linaje galo, y eran completamente conquistadores. Una contienda que, como él bien mencionó, libró de tú a tú contra los más y mejor preparados, casi supersónicos, en una justa que, con sus brazadas, golpes de pedal y zancadas hechas baquetas (o palos) tocó un barril desde el que replicó a los tambores de caballería militar y galones, en una melodía conjunta que en la Bella Easo sonaría a ritmo de Diana, Tatiago o Polka y en el resto del mundo de Lanzarote a Roth, pasando por un Mundial 70.3 en Lathi a jadeo y chirrido de platos, piñones y frenos que tuvo de carnavalesco su tono festivo previo y posterior, y de reivindicativo, crítico y orgulloso cada segundo que pasó ‘tocando’.

Cada vez más competitivo, cada ocasión más exprimido, cada curso más participativo y cada temporada una quimera más gigantesca que creció fuerte a ojos públicos, pero que de puertas para dentro arrasaba con ese tetris cada vez más complejo e insostenible que no se vino abajo sino se transformó pues la motivación cambió de pilar, la obsesión pasó a tener rostro de vástago amado por encima de todo y todos para acabar dándole la razón a Senner después de más de una década de resistencia. Trece años duró una tamborrada de 24 horas. Quién se lo iba a decir. Arizona presenciará en noviembre la arriada del neopreno, gafas y gorro.

Pero más allá de los resultados, o a consecuencia de la forma de los mismos, el mayor triunfo de Fuentes es ser un influencer con Instagram, pero de corte analógico. Cosas de su cualidad como artesano. Porque en una época de afortunados súper deportistas de alto rendimiento, de ‘por y para’, en contraposición él podría ser únicamente un perfecto prescriptor con títulos que rezasen  ‘5 Tips para compaginar una vida con el triatlón y no morir en el intento’, pero sus circunstancias y su personalidad han hecho de él a ese tipo corriente, identificable en nuestro espejo y fascinante por el que caes rendida desde el primer momento a ese algo que no comprendes cómo alcanza a hacer y gestionar alguien igual a ti – un quiz secreto tan tiernamente alucinante en la infancia como sumamente respetado y valorado en la madurez – que te enmaraña en esa fábula tan idealista como extremadamente realista, sacrificada y cruda que esconde deliberadamente la afirmación de Niebuhr y cuyo punto y seguido acabamos de conocer.

Un referente de a pie – como otros tantos que cada uno de nosotros tiene y reconoce por diferentes razones en su entorno – que al mismo tiempo ha sabido hacer desde su maestría un Ateneo que no tiene paredes pero sí reuniones donde el centro del debate y divulgación es el triatlón y la vida y cuyo nombre responde a Peñota Dental Alusigma desde donde se fundó, creció y ahora ejerce de mentor para con todos esos que un día lo vieron de casualidad en una carrera y tal vez por ello se animaron o animarán a ser como él. Estudiante, trabajador, deportista, amigo, familia, pareja y padre, en un orden que varía según las circunstancias vitales.

El hombre echará la cortina su triatlón, pero como buen artesano nació y morirá atado a su profesión (secundaria pese a estar disfrazada de primaria). Me lo imagino como ese carpintero retirado que ya sin estrés seguirá acudiendo religiosamente a su taller (el taller Fuentes), trabajando su madera por amor, creando encargos especiales, ayudando a los que un día fueron sus aprendices y a los que sin haberlo visto conocen de su talento y con timidez o descaro pedirán su consejo en una piscina o una carretera.

De hecho, ya lo ha avisado, queda Gonzalo para rato, aunque tal vez ahora se permita cruzar una meta abrazado a su miniatura, sin detener el crono con urgencia ni medir tiempos ni vatios y ataviado con la camiseta de la Real Sociedad. No lo sé, pero presumo que como Donosti, no habrá año sin tamborrada, tampoco un post 2026 sin Fuentes, igual pero diferente; independientemente, siempre un ‘must’ al que dar follow para descubrir la última de sus artesanías o de sus enseñanzas, porque nunca es ‘la última y nos vamos’.

Olatz Zubia Zeberio

Con tres años me lanzaron a una piscina de la que no he querido salir, con alguno más me enamoré del ciclismo y el atletismo (popular). Rendirme a los encantos del triatlón fue el paso natural. Además, soy graduada en Comunicación Audiovisual y Máster en Diseño y Gestión de la Producción Audiovisual por la UAB.

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