Como era de imaginar, en la génesis de un evento tan especial se encuentra una historia de pasión. La pasión de un atleta por una montaña leyendaria. Cyrille Neveu, Campeón del Mundo ITU 2002 de Larga Distancia (en Niza, cuando todavía no pertenecía a la franquicia Ironman) es un hijo adoptivo de Alpe d’Huez, un lugar muy alejado de su Bretaña nativa, pero donde ha encontrado la paz y el terreno idóneo para entrenar. Al final de su carrera deportiva, Cyrille tenía claro que parte de su reconversión pasaría por la organización de un evento de larga distancia en Alpe d’Huez. Después de un áspero trabajo de pedagogía y de seducción de las instituciones públicas de la región, nació el Triatlón del Alpe d’Huez en 2006.
Desde el primer año, la prueba tiene la peculiaridad de desarrollarse en plena semana. El miércoles, la larga distancia (2,2-115-21) es la prueba reina del programa, antes de la corta distancia (1,5-30-7). Para que todos puedan disfrutar de la celebración, un triatlón infantil está organizado el martes y un duatlón el domingo anterior. No nos engañemos, la estrategia es obvia : generar un máximo de pernoctaciones por participante y sus familiares en la estación. La diversidad de actividades y de ofertas de alojamiento ayudan a cada uno a encontrar la fórmula de vacaciones que le corresponde. Teniendo en cuenta el aislamiento de la estación, a 1800 metros de altitud, el resultado es un pueblo de montaña invadido por triatletas de todo el mundo durante un semana. Ambiente asegurado.
Entonces llega el mito. 21 curvas, 13 kilómetros con 8% de pendiente medio… La ascensión del Alpe d’Huez puede que no sea la más dura de la región, pero no deja ningún momento de respiro, y sus curvas añaden un carácter dramático a la escalada. Aquí se gana la carrera, como lo ha demostrado Víctor del Corral en 2012 y 2013, brillante desde las primeras rampas (las más duras). Aunque uno se dispersa pensando en la locura del Tour de France y las odiseas fabulosas de Pantani, aquí se trata de triatlón, y el esfuerzo es solitario. El público espera en el pueblo, arriba de todo, y la subida se convierte en una experiencia existencial para más de uno. Un reto en estado puro.
Queda la carrera a pie. Tres vueltas de 7,3 kilómetros esperan a los héroes del día (solo una vuelta para los participantes de la corta). De nuevo, no esperen /esperéis (lo mismo) mucho público en el recorrido. Más o menos, el circuito consiste en una ida y vuelta, desde el palacio de deportes donde está la meta, hasta el Col de Sarenne. Salvo un trozo de sendero, el bucle ofrece sobretodo asfalto y vistas vertiginosas sobre el valle. El oxigeno no es tan disponible a 1800 metros, y quizás es a pie que el organismo lo nota más. Los puntos de avituallamiento y los voluntarios muy entregados son los únicos alivios hasta la meta.
En conclusión, Alpe d’Huez es una carrera a parte. Difícil de comparar. Su desnivel y la dificultad de la versión larga (la corta es muy accesible) la sitúan un poco más allá que una simple media distancia. Como suele ocurrir en Francia, las carreteras están abiertas al tráfico, pero solo molesta en el valle. Aunque el día de la prueba, el calor del público se echa un poco de menos, la experiencia deja impactados a la mayoría de los participantes, todos tan humildes frente a la montaña, todos tan orgullosos en la meta. Un triatlón esencial.
Nico Beck / Best-Triathlon.com
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