Fotografía: Jan Hetfleisch para IRONMAN.
El suizo representa a una de esas figuras a las que el deporte les debe un gran triunfo después de no cejar y superar graves problemas de salud. Aunque seguir siendo deportista ya sea un éxito.
Hace menos de una semana Ironman Calella-Barcelona nos brindaba una de las noticias del año con la clasificación para Kona de Marta Sánchez y los sub’8h de Mikel Ugarte (segundo consecutivo), Ander Irigoien y Julen Díez. Pero también nos dejaba una historia de superación entre los atletas PRO’s, la del suizo Andrea Salvisberg.
El otrora olímpico firmó una octava posición en un tiempo de 7:44:48 que es un triunfo de vida. La misma que hace un año una meningitis puso en peligro en el zenit de una carrera pujante en media y larga distancia que ya se había repuesto de una miocarditis en 2022.
Su pesadilla comenzaba en agosto de 2023 cuando tras pasar meses entrenando en St. Moritz con el objetivo de asaltar el Campeonato del Mundo Ironman 70.3. de Lathi comenzó a sentir fuertes dolores de cabeza. Intentó mantener su rutina, pero la intensidad de sus molestias fue en aumento y tuvo que decir adiós a los entrenamientos y a la cita finlandesa. Sin embargo, Salvisberg se resistió a renunciar al Mundial Ironman de Niza para el que se había clasificado por primera vez apenas un mes antes gracias a su tercer puesto y primer podio de siempre en IM en su natal Ironman Suiza.
La situación no tardó en agravarse. Tal y como escribía el protagonista en sus redes “había algo más que los dolores de cabeza”. Los dolores de cabeza de Salvisberg se hicieron todavía más fuertes, empezó a tener fiebre muy alta (40ºC) e irremediablemente terminó con sus huesos en el hospital. Una estancia marcada por la incertidumbre, donde ningún médico fue capaz de averiguar inicialmente lo que le sucedía y el origen de sus males. Una punción lumbar le dio el diagnóstico con el que el helvético vio un pequeño rayo de luz: sufría fiebre cerebral, meningitis (inflamación que de no ser cogida a tiempo puede ser potencialmente mortal). Pronóstico que fue antónimo de tranquilidad. Los resultados de las pruebas eran extremadamente comprometidos y difíciles igual que su estado y su internamiento en el centro médico iba a prolongarse sine die.
Tres meses después, en noviembre Andrea Salvisberg había regresado a casa. Sin embargo, su lucha no había terminado. Todo ese tiempo seguía batallando con constantes episodios de fiebres altas y dolores igualmente lacerantes. Tampoco habían descubierto el origen de su infección o virus, ni de otros síntomas asociados. Estar dos o tres días sin fiebre era en aquel entonces el gran triunfo del suizo. Soñar con verse de nuevo en el agua, sobre la bici o corriendo, se transformó en la ilusión que le mantenía en pie. Durante el siguiente trimestre, su vida se convirtió en una concatenación de días en los que se alternaban las infinitas visitas al hospital, la cama o el sofá con pequeños momentos de alivio donde el rodillo se convertía en su asueto.
Marzo lo cambió todo. Salvisberg volvió a entrenar con constancia, pudo salir a hacerlo al aire libre y paulatinamente el volumen fue en aumento, en una cantidad inversamente proporcional a los achaques febriles, los cuales se fueron esfumando progresivamente como la niebla al salir el sol. Aun convaleciente y con fiebre cíclicas, la media maratón de Zurich en abril le hizo volver a sentirse deportista (1:06:56). Luego llegaría el GP Bern de 16km (54:28) y más progreso. Y en junio el Ironman 70.3. Suiza en Rapperswil le devolvió la condición de triatleta en activo. Un TOP10 que en otras circunstancias no sería gran cosa para él, pero que en su contexto los significó “Todo” para el bueno de Salvisberg. Ni cuatro semanas después sumaría otro noveno lugar en Ironman 70.3 Les Sables D’Olonne que supuso su primera salida internacional en un año. La segunda no se haría esperar.
A mediados de agosto el helvético voló hasta Frankfurt para regresar a la larga distancia en un compromiso tan importante como complejo como el Campeonato de Europa Ironman. No pudo terminar por falta de fuerzas tras quedarse corto de hidratos desde el ecuador de la prueba, pero su premio había sido la primera parte de la carrera y especialmente participar con la certeza que había puesto fin a su calvario, dos semanas antes habían desaparecido por completo sus episodios febriles.
Un año después de tener que decir adiós a Lathi y Niza, y perderse cualquier oportunidad de clasificarse para los mundiales de 2024, Salvisberg entreabría la puerta a un futuro próspero en 2025. Su actuación en Ironman Calella-Barcelona la abría definitivamente de par en par. Para él, tal y como expresaba, un recuerdo de todo a lo que se había sobrepuesto, un motivo para seguir luchando y el estímulo para superar lo logrado hasta entonces.
Desconocemos si estará en Niza 2025 o si mejorará el 7:39:05 de Ironman Sudáfrica 2023 o el tercer cajón de Ironman Suiza. Lo que sí sabemos es que en Calella la palabra triunfo tuvo más de un significado.
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